1
Militarizar un territorio. Decir quién entra y quién no. De qué modos. Hacerlo por la fuerza. Por la fuerza del estigma y el negocio. Territorializar una represión que se da por otros/todos los medios. Un territorio incluso simbólico que se asume democrático, es decir, gobernado por y para todxs, es restringido, vallado, vuelto parapeto de intereses que están lejos y bien cerca. Que están lejos, en y con sus cuentas caribeñas o uruguayas. Lejos, los cuerpos/almas dueñxs de las sumas, las restas, de los restos, de todo tal la asunción impune y arrogante del capital.

2
Miedosos los poderosos que tienen el poder económico y de allí trasuntan una potestad sobre los otros, todo/s. Desde lejos, en ausencia, desde circuito cerrado, mandan a sus esbirros, diputados, asesores. Y usan la fuerza, los medios, las instituciones públicas para defender sus intereses, privados. El Estado, que en Karl Marx era el instrumento de la clase dominate para sostenter sus privilegios, aquí, etapa anárquica casi sin resistencias del/al capital, devino un mero anacrónico artilugio cuasi invisibilizado e innecesario, para una serie de operaciones de terrorismo cool, eminemente financieras, trasvestidas -y ni eso- de productivas, sociales. Ni eso. Lo público brutalmente privatizado. Lo privado asumido como deuda pública, feudo público. El plan perfecto puede ser también la tormenta perfecta.

3
No estar presente, ni en el ámbito donde se dirime el incremento de un poder económico más desembozado que nunca, ni en ningún lugar demasiado visible y comprometedor (presidente, puesto menor), es la utopía y también distopía neocapitalista. La de la virtualización, el sin-lugar: la inminencia perpetuizada del capital. A lo que fue el country, barrio privado de los 90: el irse a refugiar de donde pasan las cosas y donde sus negocios y sus trabas (marchas, manifestaciones, reclamos) ocurren. Es hoy un I-phone. En cualquier cafecito de aquellos y nuevos refugios, Nordelta por caso, se maneja -se cree- todo. Ya ni colas en la Panamericana, ni ir a un trabajo que ya había sido separado de cualquier esfuerzo físico. Ni eso.

4
Militarizar un territorio sigue siendo su distópica utopía. El mundo feliz de unos es el infierno de todxs. No otra cosa es lo que está y podría zanjar la disputa. Reparto y no saqueo. Pero no. Del cerco del barrio country al cercar ese mamotreto llamado Congreso donde legitimar el reparto. Casi como si fuera una gentileza prestarse a un juego democrático con las cartas más que marcadas, ya repartidas, al ganador serial, que cada vez con menos pulgas, pide que no tensen de la cuerda, que se corta, dice, como si el reparto de cuerdas, cartas y cadenas no hubiera sido ya realizado.

5
El estado de excepción tradicional era el dictado por un estado de sitio. El golpe de estado tradicional era con los militares tomando el control de las instituciones políticas. Al golpe de estado contemporáneo se la bautizó “lawfare”, donde los jueces, los medios en connivencia con estamentos estatales reemplazan a las fuerzas militares, aniquilando enemigos por medio jurídico-comunicacionales: fusilamiento mediático también se llama. Y que habilita, atrae, la posibilidad de concreción de fusilamientos sin más. Las mediaciones sobrecargadas, sin parámetros ni referencias de autoridad y su devenir alucianción sígnica, es el sustrato tanto del lawfare como de un neo estado de excepción.

6
Vivir sitiado no solo por una economía doméstica que no alcanza sino por un torbellino de información, compulsión a la intervención cibernética y visionado infinito de motivos visuales que entremezclan platos de comida, represiones y goles. Cabezas sitiadas por la bruma de lo mucho/nada por hacer, de lo mucho/nada por ver. Ansiedad y depresión decía Bifo Berardi como la combinación perfecta para un auto-sitio mental/corporal imposibilitador de un accionar colectivo, razonable, amable y afectuoso. A un estado de auto-sitio, el virtual (por cuasi) estado de sitio de una forma de gobierno, que hace de la virtualidad (un estado de colpaso y precariedad inminente) su forma de control material: del quiebre del ánimo al hambre planificado

Por Sebastián Russo

Fotografía: M.A.F.I.A.

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