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Toda manifestación es un manifiesto

Dos formas que se presumen de antaño, expresan su actualidad, su permanencia, su insistente vitalidad. El texto. La manifestación. No sólo por la proliferación de editoriales y autorxs (mas que lectorxs dice alguno), de ferias y de público feriante, de las tradicionales, de las «independientes». El texto fue traído a escena también por CFK. De quien se dice malamente que no solo trae sino que arma y pone escenas, puestas en escenas, dicen, aunque es precisamente poner en escena (en agenda, también se dice) el sino de la política. Construir escenarios es la fibra dilemático utópica de la política. Configurar una situación (en tanto ámbito situado, en tanto acontecimiento), algo desdeñado por quienes apenas decorados los sostienen, y hasta ahí nomás. 

Tengan comprensión de textos dijo quien se auto ungió candidata a través de un largo texto, un libro, Sinceramente, y quien ahora leyendo otros textos, los cortesanos-proscriptores por venir, a través de un texto epistolar se manifestó fuera de la puja electoral. Y pide se comprenda un texto de interpretación no solo lingüística sino que convoca y convocó a otros textos no solo escritos en lengua leída, sino hablada, vivida, manifestada. Ya que una manifestación es siempre un texto. Una textualidad performática que se hace cuerpo. Tanto en lxs que se/lo manifiestan. Como en lxs que lx reciben, perciben, que no puede ser de otro modo que corporal. Desde la lengua de los cuerpos, a un ojo/oído cuerpo que la tramita menos racional que afectivamente. Y menos con afecto que con afectación, con-moción.

La forma manifiesto, como la forma/to texto nunca se fue. No podría hacerlo. Por más que se hable de despolitización, hipermediatización e individualismo contemporáneo. De emprendedurismo self made y tecnologías autocentradas y aislantes. Ya que el estar juntos, reunidos en tiempo y espacio, el texto manifiesto mueve el amperímetro. El texto que hace escribir (los otros, todos los) textos. Ya que no es cualquier texto. La manifestación es la forma que perdura en su carácter decisiva, fundacional: del 25 de mayo, al 17 de octubre, al 19-20 de diciembre. El calendario patrio manifiesto.

La manifestación, en tanto texto, no es cualquier texto. Es un manifiesto. Un manifiesto manifestado por una manifestación. Es decir, la lengua de lxs que están juntxs. Y como todo manifiesto, es un texto que hace cosas, que agita, que mueve, de conjunto. Es un texto que con-mueve, al conjunto, de modo con-junto. Es una movilización (otro nombre que se le da a la manifestación) conjuntiva. No hay manifestaciones de hombres/mujeres solxs y quietxs. Aunque pienso en la imagen del que enfrentó los tanques en la plaza de Tiananmen. En el Manifiesto Unbomber. Pocas y en movimiento las primeras Madres de Plaza de Mayo. En las pibas chilenas que saltaron los molinetes en 2019. En todos los casos (salvo el Umbomber que tiene su deriva quizás vinculable a Anonymus, a The Joker, que llevan a otra transformación, neoconservadora, libertaria, se le animan decir, pero en los otros casos) manifestaciones -adelantos- de una gran manifestación por venir.

Las movilizaciones transformadoras son realizadas por un conjunto que se mueve y mueve. Las movilizaciones son por tanto conjuntivas, una conjunción que conmociona. No una disyunción diseminante, como dirían los teóricos de la dispersión de (lo que aterroriza) lo común, que hacen de lo que se derrumba, en principio el lenguaje, el sino de una salvación, solo de los que tienen techo y banca. Por el contrario, una conjunción, algo reunido que desacomoda, es una filiación que desplaza la centralidad del individuo self made contemporáneo y del descentrado disruptivo de salón.

Descentramiento, interpretativo y del estado de cosas. Por reunión, aglomeración, acumulación. Las formas del estar junto que se macera en la experiencia de los que están juntos. Una tautología intransferible. De donde emerge una epistemología otra. Transformadora. La mejor, la única. Apologética. Si las clases populares hacen del estar juntos su vivencia y saber cotidiano. Y es el estar juntos, propio de una manifestación pública, lo que transforma y ha transformado el estado de cosas. La clase social de la transformación posible es una. La manifestación es la lengua del pueblo. La que hay que leer con anteojos de hechura y vidrio y retórica popular.

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La vocación. Notas de plaza[1]

La expectativa es grande. En las semanas previas. En las charlas. En el acto de pispear el pronóstico. Es un 25 sin sol de Mayo y en la línea A se lo palpita. Nadie canta, las expresiones se contienen hasta que subimos las escaleras en Congreso y se escucha el afuera bombísitco. Llegando a la plaza me cruzo con columnas de Hurlingham, Moreno, La Matanza. Está amenazando a llover desde temprano y empieza a chispear a las 14. Imagino a algunos pidiendo que no llueva, no para preservar a la gente sino por lo contrario. Estarán diciendo algunxs, pienso, no le regales Dios más épica. Por favor. La lluvia comienza a tomar fuerza, el barro de la plaza, los paraguas, plásticos se comparten. Desde los parlantes empiezan a poner música. Alguien dice que la música que nos representa. Todos cantan. Suenan artistas de trap, Charly, los Redondos, cumbia. Un cancionero actualizado e imaginando emocionar y alegrar a todxs.

Me acomodo en la esquina del Cabildo. Un parrillero canta, baila, tapa la bondiola con unos cartones y grita: “despacio, che”, cada vez que alguno se acelera y le mueve el puesto. Una señora, bajita, que por su piloto y paraguas puede pasar como de barrio atildado, sola, apoyada a un auto, levanta el paragua para cubrirme, cubrir a otros. Lo hace sin decirlo, un silencioso acto solidario en medio del chaparrón. Quiero devolverle la gentileza poniéndome delante, atajando marejadas de gente y con algún comentario: la gente no se achica, siguen entrando con lluvia y todo. Sí, me dice. Y agrega, me estoy mensajeando con mis hijos que me dicen no te hagas la pendeja.

Habla ella. Se cierran los paraguas, se hace silencio. La rémora de sus actos retorna. Toda una plaza escuchando una palabra. Celebrándola, acompañándola, enfatizando con bullicio y cantos algún pasaje. Un grupito bombístico de camioneros no pueden contener el deseo repiqueteo y hay quien les pide silencio. Una comunidad que se organiza en acto. Plantea un plan de gobierno. Cuatro punto: industrialización, redistribución, replanteo de la deuda, nuevo pacto democrático. Recurre a una verba popular que es celebrada por la muchachada. Y deja frases antológicas que serán remeras: Nunca seré de ustedes. Soy del pueblo y de ahí no me muevo. Qué vocación de colonia, hermano. La escena toda puso en marcha la campaña, reconfiguró un discurso de cara a lo que viene y fortaleció la defensa de una memoria histórica. Y sobre todo, intentó recuperar más allá de candidatura alguna la concepción épico-política. No solo desde una liturgia regada de lluvia y aguante sino de discursividad y configuración militante.

El patio militante fue el modo que CFK encontraba para, luego de sus tareas como mandataria, hablarle a sus militantes. Un manual de conducción política comentado, en acto y expresado casi a diario. El jueves, la plaza toda se expresó cuál mitin político ampliado. Pidió profundidad territorial. Aludió a aquellos que viven en el corazón del pueblo, porque le dieron dignidad al pueblo. Habló de organización. De romper el cerco mediático. De no pedir lo que no se está dispuesto a hacer. Militancia y organización. Casi haciendo alusión a dos libros de teoría (y) práctica política que sacudieron la escena (no) académica y cuyos títulos ya son un programa de acción: Teoría de la militancia y La organización permanente, del hurlinghamense Damián Selci, que hoy le disputa la intendencia a Zabaleta. Libros en los que la palabra deviene cuerpo y este la potencia en acto e insistente de lo común.

Qué hacemos con la fuerza que da esta plaza, se pregunta uno. Cómo se construye (una) épica, otro. Se puede acaso aspirar a menos que ello. A la fuerza político-afectiva del acontecer popular como el que configure una decisión de gobierno, incluso electoral. Un modo de hacer y decir que reconstruya la sinergia pueblo/dirigencia popular. Y ya no se espere sino que cada acción condense lo que moldee el destino de una comunidad. Las actuales responsabilidades gubernamentales no son eludibles, las decisiones (mal/bien) tomadas tampoco. Pero el momento histórico es nuevamente bisagra. Con un posible y (de darse) brutal retorno de las facciones menos populares. Con posibilidades macroeconómicas a disponibilidad de una nueva rapiña.

La expansión militante es la apuesta, donde lo que surja de allí exceda la palabra e imagen de un/a líder/esa. No como épicas de sujetos individuales, como las de un fiscal taciturno arrastrado por las circunstancias, sino como una marea como la verde, parte de una trama común que transforma a sus dirigentes. Y síi bien CFK terminó su discurso hablando de tres casos particulares. El de una señora de González Catán, La Matanza, y dos más de provincias. Hay allí una otra clave. Si hay épica, esta vendrá y arrastrará desde el descentramiento patrio. Conurba federal. Donde la vocación colonial amaina y se la mira por tevé.

3

El acontecer popular. Un/otro manifiesto

Un/a líder/esa popular se debe a su pueblo

Un/a líder/esa popular debe crear las condiciones para que su pueblo se desarrolle

Y para que su pueblo elija al candidato que el pueblo necesita para su desarrollo

Un/a líder/esa popular crea las condiciones para esa elección

Un/a líder/esa popular se debe a su pueblo

no lo domina, ni lo subestima, ni lo detesta

Un/a líder/esa popular es la expresión del pueblo.

Un/a líder/esa cree y siente lo que el pueblo cree y siente.

¿De dónde saca esa definición?

De su vida como militante, de sus charlas con la comunidad, de su sensibilidad.

Factores todos que le hacen tener una visión, una mirada

Un/a líder/esa popular debe tener una mirada popular.

Que muchas veces es contradecida por el sentido común

Porque el sentido común puede conspirar contra los intereses del mismo pueblo

Porque el sentido común es también el estado vigente de las cosas.

Que muchas veces es contrario a la felicidad común.

Un/a líder/esa popular tiene que trabajar con y en el sentido común.

Apoyándose en él e ir orientando hacia un sentido popular de lo común.

Un/a líder/esa popular termina decidiendo en función de las expresiones de ese pueblo al que va a dirigir y por el que es y será dirigido, construido como tal.

El acontecimiento popular erige y exige al/a líder/esa popular, y no al revés.

El acontecimiento hace también al pueblo

Acontece lo que rompe el cotidiano, el sentido común.

El acontecimiento produce cotidiano, no lo reproduce.

Puede y debe anhelárselo, dejarse llevar por él, participar y agitar lo que puede cambiar las cosas.

Pero el acontecimiento, es decir la aparición y constitución del pueblo y sus líderes, excede toda predicción, toda especulación, toda comprensión de texto.

En tal caso es un texto comprendido en su potencia significante, indómita.

Es el texto no comprimido, sino que reescribe a todos los textos, a los textos que hablan de todo, de todxs, del todo.

Si no fuera así la política sería una gestión burocrática de lo que alguno (incluso líder) diga, anhele.

Pero la política es la irrupción (in)gestionable del acontecer de la felicidad de un pueblo.

Que siempre se está por escribir.

(Por ello. Y no por capricho incomprensible (de texto) alguno. El jueves 25 de mayo fui a la Plaza. Y canté Cristina presidenta. No de modo testimonial. Sino para ungir y ungirnos. En un nuevo renacer popular. Para participar de la reescritura y reinvención de un texto común. Que no hay individualidad ni que lo elabore, ni que lo prevea, ni que pueda ni debería resistírsele)

Por Sebastian Russo Bautista

Docente, sociólogo (UNPAZ/UBA)

Fotografía: M.A.F.I.A.


[1] Este apartado fue publicado en el periódico Página 12 el sábado 27 de mayo.

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