Notas sobre el día después

I
Tengo miedo del día después. Tengo miedo de que todo siga igual. Esto me decía una estudiante días atrás, en relación a la convocatoria a la Marcha Universitaria. Me preocupa el día después me dijo e instó a volver una y otra vez sobre esta pregunta fundamental. Hoy mismo, en el preciso “día después”. Y ayer nomás, donde le decía que no sabemos lo que puede una marcha, que no sabemos de lo que pueden los cuerpos ni solos ni en conjunto. Y que sí sabemos, podemos rememorar e interpretar, situaciones, momentos, días cercanos en la historia, reciente y no tanto; y que también sabemos o aprendemos malamante a hacerlo, de cómo se ha comportado este gobierno hasta aquí ante reclamos contra sus políticas.

En la marcha conversamos, seguimos haciendolo, caminando por las calles, yendo junto a compañerxs en una pequeña exploración de avanzada para cerciorar si “estaba todo vallado” tal decían los mensajitos viralizados quien sabe por quién y que hacía que la columna de la UNPAZ estuviera detenida. Decíamos que los procesos político-sociales, tienen su tiempo de maceración y aunque no haya una respuesta inmediata no por eso son un fracaso. Al menos no por ello. Mientras intentábamos llegar hasta Plaza de Mayo habiéndonos perdido y encontrado de a ratos y varias veces con lxs compañerxs ya dispersos, dispersados.

Decíamos que ya era una marca, un síntoma más que un triunfo, lo improbable de un operativo de seguridad que reprimiera como en otras marchas. Lo que tal vez sí hubiera generado cimbronazos determinantes: pibxs gaseadxs, baleadxs, en Avenida de Mayo, porque en otros barrios los hay, hoy y ayer, parece seguir siendo un “costo político” dificil de pagar (como se dice en estos casos -de costos y de pagos-). Y que también, que era probable que no haya ninguna definición política el día de mañana, en una conversación ampliada a compañerxs con lxs que nos cruzábamos.

Y que no por no darse, ni una revuelta generalizada ni una falta de respuesta inmediata (como si luego la hubo, desde el gobierno, cínica, errabunda, cenagosa), se podía medir allí el fracaso de una medida, ni de una marcha que arrastró y arrastra una enorme y vital energía. Degaste que como bien sabemos, por un principio físico aprendido en alguna aula, expresa que las energías no son infinitas. Y allí el temor también es mío.

Los procesos que implican defensas o expansión de derechos, si bien tienen sus necesarios momentos de fulgor acontencimental, también sabemos, no se resuelven de inmediato. Pueden hacerlo a mediano o largo plazo. Este martes, por caso, marchamos con muchxs estudiantes que fueron por primera vez a una movilización al centro porteño. El tren salió desde José C Paz y fue incorporando estudiantes, docentes y no docentes en varias de las estaciones de un San Martín, vilipendiado pero compañero, que fue el verdadero tren de la alegría, de la alegría popular.

II

La UNPAZ ocupó dos trenes y tres subtes para llegar a la marcha. Yo me subí al segundo tren en Caseros. Filmé su llegada. Como se cuenta de las primeras proyecciones cinematográficas, el arribo del tren a la estación de Caseros fue estremecedora, excitante. En mi caso literal, corporalmente: no veía el momento de entrar en ese tumulto de muchachxs de todas las carreras que atestaban los vagones, entonando los que terminaron siendo los hits de la tarde: “¡Universidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode, se jode!”, “¡Traigan al gorila de Milei para que vea, que este pueblo no cambia de idea pelea (y) pelea por la educación!”.

Esa vivencia no se tramita ni se traduce de inmediato. Tanto para mi cuerpo que empieza a percibir achaques como para los que son no pura pero sí potencia hacedora (aunque este tiempo intente impotentizarlos frente a pantallitas depresoras); esa vivencia común ya forma parte de una memoria personal política que ya es imborrable. También decíamos con la estudiante con la que seguíamos pateando calles en una coreografía generalizada de organización inorgánica.

Una experiencia política, en tanto funde una individualidad con una comunidad luchando por sus derechos, por sus deseos, se convierte en marca difícil de borrar. ¿Qué hiciste ese día? ¿Dónde estuviste?. Serán las preguntas que como las de unos pocos acontecimientos, son las que enhebrarán conversaciones futuras.

No sólo la no inmediatez de los procesos se vincula al piberío, hasta ayer nomás señalado como millenial/pan-mileísta. Las autoridades de las universidades estuvieron al frente de sus columnas. Al menos pude ver a las de UNPAZ. Y en tanto lxs rectores también revitalizaron un órgano común, el Consejo Interuniversitario Nacional, podría imaginarse que parte de lo allí planteado o no planteado y deseado, era eso mismo, estar allí, al frente de sus columnas. Lugar, posición, la de encabezar una columna, el encolumnarse, que gesta algo que tampoco se resuelve hoy, el día después, y es un mandato surgido ya no sólo de un voto colegiado, electoral, sino del fragor de una multitud que los abraza, se sacan fotos con ellxs. Lo que los unge aún más como representantes de una lucha que hasta ayer parecía poco menos que perdida.

A la secuencia de cierres y desfinaciamientos de un gobierno que no negocia no se la detiene fácilmente. Lo ocurrido ayer fue lo que la teoría social política denomina un acontecimiento. Es decir, un hecho que vale por sí mismo. Con condiciones de emergencia, pero que las excede y se erige como un parte aguas. Y tal potencia acontecimental si bien no es infinita en su capacidad de accionar sobre la realidad, tampoco se diluye un día después sin los cambios exigidos. Que como expresaban los carteles, la lucha tiene sus momentos, sus intensidades. De un organizador “Educación gratuita y federal” a un incendiario “Estudiar es rebelarse”; que en el marco de políticas neoliberales vendrían a ser parte de lo mismo, por combatido, por plan de operaciones.

III

Fracaso en el día después, en los días sucesivos, sería no darle marco y continuidad a lo que el acontecimiento despierta. Lo que se requiere en tal caso, sabemos, es organización. Organizar lo acontecido, lo que acontece, aunque parezca (o porque es) un oxímoron, el vincular formas y dinámicas opuestas. Aunque también sabemos, no otra cosa expresa el dictum peronista: la comunidad organizada. Intentar organizar lo que tiende al desborde, lo que escapa a la omnicomprensión, sin anular su potencia, por el contrario, desplegarla (toda la teoría y accionar política lidia con este dilema).

Lo que ayer ocurrió fue eso. La expresión (organizada e inorgánica) de un descontento, de un grito, una necesidad. Tanto institucional, como de cada grupo de estudiantes, clases públicas, comunidades incluso wasaperas, en grupos preexistentes o creados para la ocasión. Las distintas instancias organizativas que deberán ahora lidiar con el acontecimiento en términos de mandato.

¿Qué sucede el día después de lo ayer ocurrido? Responder a ese mandato, tanto popular y masivo, como intragrupal. Un mandato que dice Estamos juntos. Estamos con vos. Esto ocurre una vez, cada tanto. No nos defraudes. No nos defraudemos. Como pasó en la misma plaza, hace un año, el 25 de mayo. Allí hubo mandato. Pero fue o deoído, o mal oído, o mal tramitado, o mal organizado, o desorganizado, disuelto como mandato: una desilusión.

Cómo organizar este mandato. Cómo organizar este acontecer. En nuestro caso, docentes-investigadores, entre los estudiantes, conversando, escribiendo, avivando incluso la llama acontecimental. Entender que la pregunta sobre ¿qué pasará mañana? no debe solo estar enfocada a lo acontecimental. Que es fundamental. Pero no menos la organización de los afectos, de las pasiones. Entender que los procesos político-sociales se componen de acción y estructura. De organización y de acontecimiento. Organizar la pasión, la rabia.

La juventud, apasionada, rabiosa y maldecida por tantos relatos por su rol en la elección de Milei, en la que tuvieron efectivamente un rol electoral fundamental, necesitaba algo que los conmueva, una excepcionalidad apasionante. Necesitaba una épica. No pasada, ni narrada por sus padres, abuelos. Y en la marcha, las asambleas previas y las que siguen y seguirán produciendo, hubo/habrá una épica que los interpela e incluya de cuerpo entero.

La épica, maldecida por los relatos (de) posmodernos, que abjurando de héroes suponían el triunfo de individualidad desalienadas, nos fue arrebatada y habilitó la hiper-alienación yoica. Reconstruirla es menos borrar el pasado que renarrarlo. No se trata de canciones nuevas o canciones viejas, como mal se interpretó. Sino de composiciones renovadas. Y sabemos que no se compone desde la nada sino con lo ya existente, otorgándole un nuevo sentido. Que puede y deber ser el mismo de toda tradición de redención (de lo) popular: la igualdad y la felicidad del pueblo. Pero con sonidos, palabras que con-muevan.

La emoción sigue siendo parte fundamental del repertorio de las retóricas populares. Emoción e invención. Organizar el acontecimiento es seguir en esa clave. La de convocar, alentar, dejarse llevar por una nueva épica en común. Eso es lo que creo, creemos, debe pasar, seguir pasando, el día después, incluso de mañana, que también sabemos, es, puede y debe ser mejor.

Sebastián Russo Bautista

Docente UNPAZ/UBA

PD. Agradezco a Victoria Gurrieri por la lectura, corrección, sugerencias y por seguir haciendo las preguntas necesarias.

PD2. Doy a leer este texto a un grupo de estudiantes para que den sus opiniones. Y Oscar Miño escribe esto:

“Es un relato personal pero expresa algo que vivimos con la misma emoción. Cada uno se fue sumando y fue llegando de manera distinta, pero al encontrarnos con compañeros, caminar juntos en dirección a congreso, mientras que cantábamos y levantábamos nuestros carteles, para mi fue algo re emocionante.

Lo de ayer fue algo histórico. Para mi algo importante de destacar es la gran cantidad de pibes y pibas que marchaban por primera vez, y que evidencia la nueva generación de estudiantes. La organizacion fue clave también, las redes que se hicieron con todas las universidades. Mostrando que la unión hace la fuerza.

Obviamente todos nos preguntamos ¿qué sigue? Porque incluso a la vuelta en el tren, ya en las aulas de la Unpaz entre compañeros nos preguntamos ¿será suficiente? Y la realidad es que esto recien empieza. Como dice su texto, ellos no estan dispuestos a negociar con nosotros. Al menos ya estamos organizados, logramos un acontecimiento que se mantiene por si solo. Queda esperar a que caiga todo por su propio peso. Y en el caso de que tengamos que volver a marchar, nos vamos a encontrar todos en la calle de nuevo”.

Oscar Miño

Estudiante UNPAZ

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